martes, 21 de julio de 2009

Si trasformar pudiese mi figura


Soneto XXVII

de Fernando de Herrera

Si trasformar pudiese mi figura
como el Ideo Júpiter solía,
en blanco cisne vuelto ya sería,
mirando de mi Leda la luz pura,

y sin algún temor de muerte oscura
en honra suya el canto ensalzaría,
su frente y bellos ojos tocaría,
ensandeciendo, ufano, en tal ventura.

Mas en luciente pluvia convertido
perdería el electro la fineza,
si el velo esparce, suelto en rayos de oro;

pero siendo en la falda recogido,
y junto al esplendor de la belleza,
tendría el precio del mayor tesoro.

Escuela francesa. Siglo XVI




Fernando de Herrera (1534 - 1597), poeta sevillano, es considerado como el jefe de la escuela sevillana, como a Fray Luis de León el de la salmantina. Curiosamente fue llamado "El Divino" por sus contemporáneos. Aunque de origen humilde, llegó a obtener una educación humanista en alto grado. Nunca llegó a ordenarse sacerdote, pero vistió siempre hábito clerical, lo que le permitió gozar de algunos beneficios correspondientes a este estado. Se enamoró platónicamente de la duquesa de Gelves, correspondiéndole ésta de algún modo, pero esta relación platónica nunca llegó a convertirse en una realidad concreta. Parece ser que él fue el testamentario de la dicha duquesa. Como muchos poetas conocidos entre sí en ese tiempo, asistió a tertulias, en particular a la del duque de Gelves. Allí llegó a conocer varios poetas famosos y a relacionarse con ellos, como Pacheco, Baltasar de Alcázar, Argote de Molina y otros.

La primera edición de las poesías de Herrera apareció en vida del poeta en Sevilla en 1582. Una segunda edición fue publicada por el pintor Pacheco en 1619 (365 composiciones). Herrera representa la total nacionalización del petrarquismo y del italianismo introducidos en España por Boscán y Garcilaso durante el Primer Renacimiento. El poeta da entrada a los motivos patrióticos y religiosos en su poesía, al lado de los eróticos y pastoriles del Primer Renacimiento. Hay énfasis, grandilocuencia, cultismos latinizantes, suntuosidad, opulencia verbal, complicación sintactica, acumulación y brillantez de metáforas, elementos todos que anticipan el arte barroco. Antes de su enamoramiento, Herrera quiso destacarse como poeta épico. Garcilaso, el soldado heroico del Emperador, embebido en su mundo pastoril, no escribe un sólo verso para cantar las glorias militares de su tiempo. Herrera, el clérigo sedentario, encarna poéticamente el ideal imperial de la España guerrera y religiosa y la interpretación providencialista de la monarquía española, convertida en brazo seglar de Dios para la lucha armada contra los enemigos de la cristiandad.

1 comentario: