miércoles, 13 de mayo de 2009

A una dama muy blanca, vestida de verde, de Góngora


Soneto XX

A una dama muy blanca, vestida de verde

de Luis de Góngora y Argote


Cisne gentil, después que crespo el vado
dejó, y de espuma a la agua encanecida,
que al rubio sol la pluma humedecida
sacude de las juncias abrigado:

copos de blanca nieve en verde prado,
azucena entre murtas escondida,
cuajada leche en juncos exprimida,
diamante entre esmeraldas engastado,

no tienen que preciarse de blancura
después que nos mostró su airoso brío
la blanca Leda en verde vestidura.

Fue tal, que templó su aire el fuego mío,
y dio, con su vestido y su hermosura,
verdor al campo, claridad al río.




Luis de Góngora y Argote nació el 11 de julio de 1561 en Córdoba. Hijo de Francisco de Argote, licenciado en Salamanca, bibliófilo y humanista que cuidó de su preparación. Poseía una copiosa biblioteca calificada por el erudito Díaz de Ribas como la «gran librería», y de Leonor de Góngora, de noble familia. Influyó en su educación también su tío materno, Francisco de Góngora, racionero de la catedral de Córdoba, el cual cedió a su sobrino los beneficios eclesiásticos que tenía en diversas localidades, asegurándole así un modesto bienestar económico, y poder estudiar en la Universidad de Salamanca, donde se matriculó de Cánones desde el año 1576 hasta el curso 79-80. Fue racionero de la Catedral de Córdoba en 1585. Parece ser que en su juventud conoció aventuras amorosas y aficiones como el juego, según por la amonestación que en 1588 recibe del Obispo. Le gustaban además a las corridas de toros (prohibidas a los clérigos). Regresó a Córdoba entre 1612 y 1614, escribe el Polifemo y las Soledades, sus obras más conocidas. A través del duque de Lerma, por entonces ministro del Rey, en 1617, se le designa capellán real de Felipe III, para lo cual tuvo que ordenarse sacerdote a la edad de cincuenta y cinco años. La muerte de su protector y amigo, el duque de Lerma, al cual le dedicas su Panegírico, y su conocida afición al juego llevaron a Góngora a una grave situación económica, por lo que tuvo que ganarse el favor del siempre omnipotente conde-duque de Olivares, ministro del Rey. Dos de sus grandes enemigos fueron Quevedo y Lope de Vega, aunque también tuvo grandes admiradores como el conde de Villamediana o los humanistas Pedro de Valencia y fray Hortensio de Paravicino. El motivo de la enemistad se radica en el carácter innovador de su poesía, cabeza del estilo literario conocido por culteranismo, busca la oscuridad a través de la acumulación de referencias mitológicas, metáforas, hipérboles, juegos de palabras, cultimos y todo tipo de recursos literarios en una lengua de sintaxis complicada, llena de hipérbatos y largas perífrasis. Su obra cultista se inicia en 1610 con la Oda a la toma de Larache y continua con la fábula de Polifemo y Galatea (1613), las Soledades (1613) y el Panegírico al duque de Lerma (1617). Su poesía fue revalorizada por la generación poética de 1927. En 1627 volvió a Córdoba, aquejado de «arterioesclerosis prematura», enfermedad que llevaba padeciendo largo tiempo. Murió el 23 de mayo de ese mismo año en su ciudad natal. No llegó a ver impresas más que algunas poesías menores en cancioneros.

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