Un poema de nostalgias, por lo que se fue, por lo que ya no volverá, por los recuerdos que son alimento para el espíritu, pero también a veces resultan una tortura, pues no siempre recordar es vivir.
EL CISNEde F. Navarro y Ledesma
Por las verdosas aguas del estanque,
tranquilo, noble, grave, reposado
cual blanca embarcación, el viejo cisne
va su regio fastidio paseando,
sin ver que de la orilla
le llaman los muchachos,
que tal vez le confunden
con la villana turba de los patos,
la cual nunca se niega
de la gente infantil á los halagos.
De sus recuerdos vive
sólo en la alberca en cisne centenario,
no del pan que le arroja la limosna,
sin conocer quién es, el vúlgo gárrulo.
Vive de sus memorias, que le impulsan
á erguirse con orgullo aristocrático
y a seguir lentamente
su majestad callada paseando.
Recuerda un feliz siglo,
creación soberbia de los vates clásicos,
en que, fingido cisne, padre Zeus,
de la graciosa Leda enamorado
mezclaba, con pasión devoradora,
lo divino y lo humano,
sometiendo hombres, dioses, bestias, plantas,
de amor fecundo al poderío mágico.
Recuerda que, después de muchos siglos,
cierto día avanzaba remolcando,
veloz como las flechas,
en un ligero esquife, por el lago,
á Lohengrin, el bravo caballero
del castillo feudal de Monsalvato,
con su armadura de brillante plata
que relucía al sol... noble y gallardo,
más que en la luz mortal, de la fe pura
en el divino resplandor bañado.
Por las verdosas aguas del estanque
sigue sin rumbo el cisne solitario,
que echa de menos sus brillantes días,
y al verse confundido con los patos
en este pavoroso desconcierto
que todo lo domina, resignado,
tiende el cuello flexible y ondulante,
pronto á exhalar su moribundo canto.
Francisco Navarro y Ledesma nació en Toledo el 4 de septiembre de 1869, y falleció, repentinamente, de un ataque al corazón, en Madrid, el 21 de septiembre de 1905. A Navarro y Ledesma escribió una de las mejores biografías tituada El ingenioso hidalgo Miguel de Cervantes Saavedra (1905) y cuyos primeros capítulos vieron la luz en los Los Lunes de El Imparcial. Dirigió el Archivo de Alcalá de Henares y el museo arqueológico de Toledo. Ganó, por oposición, cátedras de institutos, cuando estos centros contaban entre su profesorado con destacadas personalidades de la enseñanza. Obtuvo su plaza en el madrileño instituto de San Isidro y publicó varios libros de texto Lecciones de Literatura, Lecturas literarias, entre otros Excelente escritor, colaboró mucho en periódicos y revistas y, una vez instalado en Madrid,conoció la vida literaria y asistió a celebraciones y múltiples conferencias. Se le recuerda en la tertulia que se organizabaen el Nuevo Café de Levante, en la calle del Arenal, a la que acudían José Zahonero, Emilio Ferrari, Julio Puyol y Ángel Ganivet. Fue muy amigo de este último, con el que coincidió en los estudios de doctorado en la Universidad denominada entonces Central y con quien sostuvo una extensa e interesantísima correspondencia, de hecho Ganivet le envió -dos días antes de suicidarse- un escrito suyo. El escrito comienza así: «Por si esta declaración fuese necesaria, hago aquí el resumen de mis ideas y de mis deberes». Cuando en el mes de noviembre de 1903 se celebra en el Ateneo de Madrid un acto de recuerdo y homenaje a Ganivet, intervienen en él Miguel de Unamuno, Ramiro de Maeztu, José Martínez Ruiz (aún no firmaba Azorín) y Francisco Navarro Ledesma.
tranquilo, noble, grave, reposado
cual blanca embarcación, el viejo cisne
va su regio fastidio paseando,
sin ver que de la orilla
le llaman los muchachos,
que tal vez le confunden
con la villana turba de los patos,
la cual nunca se niega
de la gente infantil á los halagos.
De sus recuerdos vive
sólo en la alberca en cisne centenario,
no del pan que le arroja la limosna,
sin conocer quién es, el vúlgo gárrulo.
Vive de sus memorias, que le impulsan
á erguirse con orgullo aristocrático
y a seguir lentamente
su majestad callada paseando.
Recuerda un feliz siglo,
creación soberbia de los vates clásicos,
en que, fingido cisne, padre Zeus,
de la graciosa Leda enamorado
mezclaba, con pasión devoradora,
lo divino y lo humano,
sometiendo hombres, dioses, bestias, plantas,
de amor fecundo al poderío mágico.
Recuerda que, después de muchos siglos,
cierto día avanzaba remolcando,
veloz como las flechas,
en un ligero esquife, por el lago,
á Lohengrin, el bravo caballero
del castillo feudal de Monsalvato,
con su armadura de brillante plata
que relucía al sol... noble y gallardo,
más que en la luz mortal, de la fe pura
en el divino resplandor bañado.
Por las verdosas aguas del estanque
sigue sin rumbo el cisne solitario,
que echa de menos sus brillantes días,
y al verse confundido con los patos
en este pavoroso desconcierto
que todo lo domina, resignado,
tiende el cuello flexible y ondulante,
pronto á exhalar su moribundo canto.
Francisco Navarro y Ledesma nació en Toledo el 4 de septiembre de 1869, y falleció, repentinamente, de un ataque al corazón, en Madrid, el 21 de septiembre de 1905. A Navarro y Ledesma escribió una de las mejores biografías tituada El ingenioso hidalgo Miguel de Cervantes Saavedra (1905) y cuyos primeros capítulos vieron la luz en los Los Lunes de El Imparcial. Dirigió el Archivo de Alcalá de Henares y el museo arqueológico de Toledo. Ganó, por oposición, cátedras de institutos, cuando estos centros contaban entre su profesorado con destacadas personalidades de la enseñanza. Obtuvo su plaza en el madrileño instituto de San Isidro y publicó varios libros de texto Lecciones de Literatura, Lecturas literarias, entre otros Excelente escritor, colaboró mucho en periódicos y revistas y, una vez instalado en Madrid,conoció la vida literaria y asistió a celebraciones y múltiples conferencias. Se le recuerda en la tertulia que se organizabaen el Nuevo Café de Levante, en la calle del Arenal, a la que acudían José Zahonero, Emilio Ferrari, Julio Puyol y Ángel Ganivet. Fue muy amigo de este último, con el que coincidió en los estudios de doctorado en la Universidad denominada entonces Central y con quien sostuvo una extensa e interesantísima correspondencia, de hecho Ganivet le envió -dos días antes de suicidarse- un escrito suyo. El escrito comienza así: «Por si esta declaración fuese necesaria, hago aquí el resumen de mis ideas y de mis deberes». Cuando en el mes de noviembre de 1903 se celebra en el Ateneo de Madrid un acto de recuerdo y homenaje a Ganivet, intervienen en él Miguel de Unamuno, Ramiro de Maeztu, José Martínez Ruiz (aún no firmaba Azorín) y Francisco Navarro Ledesma.
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