miércoles, 22 de octubre de 2008

Helena, la semidiosa de fatal belleza

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Se cree que la unión de Zeus con Leda generó cuatro descendientes. Para algunos autores sólo fueron dos: Pólux y Helena, para otros fueron Pólux, Castor, Clitemnestra y Helena. Se supone que todos nacieron de dos huevos paridos por Leda. Muchos autores obvian a Tindáreo, el esposo humano de Leda y a quien se le atribuye en algunas ocasiones la paternidad de Clitenmestra y Castor, ya que supuestamente Leda yació con Zeus y luego, en la noche, con su esposo. De Helena nadie pone en tela de juicio que sea la hija de Zeus, quizás la hija más parecida a su padre en cuestiones amorosas, la más llevada por las pasiones y por el influjo de Afrodita.

Helena fue la perturbadora y hermosa mujer de la que podemos decir, emulando el proemium de La Ilíada, tantos daños causó a aqueos y troyanos “y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes”. Por ella, al menos ese es el pretexto que la mitología nos da, fue la guerra de Troya, por ella muchos héroes juraron comprometerse en su rescate, muchos de los cuales antes la pretendieron.

Ella, Helena, la descarada y liviana, ella la que cede a las pasiones bajas y al deseo, la infiel, la promiscua, la libertina, la adúltera, ella la reina que renuncia por amor. Helena fue el modelo de la mujer que no respeta los vínculos matrimoniales, contraria a la diosa Hera, contraria a todo lo legal, quizás los motivos los descubrimos en su propia génesis: nace de un acto evidente de zoofilia e infidelidad, pues recordemos que ya Leda estaba casada con Tindáreo. En la unión de Leda con Zeus se observa el símbolo de la unión de la naturaleza salvaje, divina y elegante (del cisne) con el ser humano (Leda), en la que el bajo instinto, el animal, vence a la razón.

Perturbadora como pocas, Helena fue desde su nacimiento objeto de deseo y codicia por parte de muchos héroes. Unida a Menelao por un pacto, como toda mujer buscaba su amor verdadero y en la búsqueda, quizás hasta con una visión precristiana de la infidelidad y el adulterio, queda condenada, su pasión y desenfreno causan el genocidio de un pueblo.



Secuestro y pacto

Helena fue famosa por su belleza desde que era una niña. A los doce años, mientras realizaba un sacrificio a la diosa Artemisa, fue sorprendida y raptada por el héroe ateniense Teseo en compañía de su amigo Pirítoo. Tras capturarla, echaron a suertes la doncella, correspondiéndole a Teseo. Éste la llevó a Afidna. Aprovechando una ausencia de Teseo, los Dióscuros la rescataron.

Cuando Helena tuvo edad para casarse, Tindáreo recibió a los más importantes reyes y príncipes de Grecia. El elegido no sólo se casaría con la mujer más bella del mundo conocido, esta unión también le daría una doble condición: rey de Esparta y yerno de Zeus.

Algunas historias cuentan que Tindáreo organizó un concurso, el ganador se llevaría a Helena, otras señalan que Helena libremente eligió a su marido. Todas las historias concuerdan en que por consejo de Ulises, Tindáreo hizo que todos los pretendientes se comprometieran en un pacto (además se evitaba un nuevo rapto): el elegido sería respetado por el resto y ninguno podría disputársela, en caso de que así ocurriera, todos apoyarían al esposo de Helena en la posible guerra que este hecho ocasionaría. El juramento se cerró con Tindáreo sacrificando un caballo. El elegido fue el rubio Menelao, hermano de Agamenón.


La huida, la gerra de Troya

Una vez casada con Menelao, éste recibe al príncipe troyano Paris (Hécuba y Príamo buscaban alejarlo de Troya, pues desde su nacimiento se presagiaba que Paris sería el culpable de la destrucción de Troya), que va a Esparta en calidad de embajador. Menelao hace gala de la hospitalidad griega, pero tuvo que dejarlo al cuidado de su esposa Helena, para asistir al funeral por la muerte de su abuelo materno, Catreo. Paris sólo ve en la embajada la posibilidad de recibir el premio que Afrodita le había otorgado: Helena.

La semidiosa apenas ve al extranjero se enamora perdidamente. Sola y con Paris no ve problemas en huir con el hombre que la ha hecho perder el control total de sus sentimientos, Afrodita hace de las suyas con los enamorados y la pasión los vuelve ciegos ante cualquier consecuencia. Ha este hecho algunos lo llaman el rapto de Helena, aunque en el rapto se supone en no consentimiento de la raptada, Helena huye feliz con Paris, particularmente prefiero llamarlo la huída. La consecuencia: la guerra que por diez años mantuvo asediada a Troya.
Se cuenta que al final de la guerra, Menelao busca a su esposa para asesinarla, deseoso de venganza. La encuentra. Menelao saca un puñal, Helena se destapa un pecho. Menelao, enamorado, queda paralizado ante la bella desnudez de su mujer, perdonada y divinizada, regresa con ella a Esparta. No se puede pensar otro final en este encuentro de quien es hija de Zeus y favorita de Afrodita.

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